Contribuir
Las mujeres que protagonizan esta exposición destacan por haber ofrecido en tiempos convulsos alguna contribución a la entidad estatal. Se distinguen, sin embargo, de quienes aparecieron listados ocasionalmente en las distintas gacetas de la época, por haber justificado de manera escrita lo que las motivó a ofrecer una donación. Esta sección es una invitación a pensar la contribución no únicamente como el objeto que era dado, sino como una obra cuyas fundamentaciones permiten adentrarse en el mundo de la agencia política de las mujeres a principios del siglo XIX.
Así, la donación de Josefa García aparece sustentada tanto por un sentido de deber y obligación, como por uno de gratitud hacia el gobierno. Por esto se entiende que para ella los actos de quienes se rebelaban —los mencionados hijos extraviados— fueran en principio expresión de ingratitud. Este sentimiento de agradecimiento lo subrayaba Paredes al recalcar que su ayuda no debía interpretarse como producto de un “interés particular”, de hecho, insistía: “lejos de mí este sentimiento rastrero”. De esta forma, el contribuir se convertía en una acción dirigida al “bien común” —por contraste al bien individual—. En la misma ciudad de Panamá, similar espíritu animó a Juana de la Mata, otra ciudadana, a requerir donaciones de distintas mujeres para las tropas del rey.

En una nota publicada en la Gaceta de Caracas (1611), Manuel Ruiz, secretario del Despacho de Guerra, se refería a la Madre Patria en una forma que converge con las palabras de Josefa García. El dicho secretario ofrecía también una donación.
Ruiz, Manuel. 1811. "Donativos. Rasgo Patriótico de un Militar". Gaceta de Caracas (143): 4
En una carta con fecha 6 de septiembre de 1812, el oficial real de Panamá, Ramón Díaz del Campo, recopiló los ofrecimientos de dinero hechos por varias señoras de la ciudad en una reunión que, según informaba, había tenido lugar el día anterior en la casa del gobernador. Las donaciones eran para acudir con vestuarios a las recién llegadas tropas de la Albuera venidas a Santa Marta para operar contra los insurgentes de Cartagena. En su carta, el oficial además listaba los nombres de ciertas mujeres que no habían hecho ofrecimiento alguno, ya fuera por encontrarse ausentes o por no haber sido aún requeridas a ello. Días después, el 30 de septiembre, Juana de la Mata, escribió al virrey Benito Pérez y presentó una nueva lista con las donaciones de aquellas mujeres faltantes en el original listado del oficial real de Panamá. Según anotó, ella se encargó de “reconvenir” para que así lo hicieran. Adicionalmente, incluía de parte suya una donación de seis vestuarios, la cual se sumaba a una anterior de cuatro.
“Hubiera deseado que mi diligencia hubiera producido mejor fruto; pero me queda el pesar de que algunas por imposibilidad y otras por menor patriotismo no hayan llenado un deber que impone el honor, la religión, la Patria, y nuestra propia seguridad.”
Concretamente, de la Mata escribió haber “reconvenido a todas las que aún no habían cumplido de la primera subscripción”, labor que enfatizaba más que su propia donación de vestuarios. Este particular acento coincide con la insistencia que hacía Josefa García en presentar su auxilio como producto de un interés común y para el “bien común”, frente a lo cual el interés individual se desplazaba a un segundo plano. La visión de Juana de la Mata, no obstante, contrasta con la de Josefa García por cuanto para ella existían motivaciones adicionales como el honor, la religión y la seguridad, las que concebía como signos de patriotismo. Años después, en una geografía y circunstancias distintas, una mujer payanesa encontraba en la religión, pero también en el vasallaje, los fundamentos del deber que la llevaron a dar múltiples contribuciones al rey.

En una gaceta de Guatemala (1812) se promovía la creación de una sociedad de mujeres a imagen de la Sociedad patriótica de Fernando VII de Cádiz. La misión era establecer una subscripción mensual, particularmente de vestuarios, para proveer a los “desnudos guerreros españoles”. De esta manera, las mujeres cumplían un rol en el conflicto bélico, aunque no actuaran directamente en él. Este número de la gaceta aparece adjunto al documento de Juana de la Mata.
En 1817, con ocasión de una agresión por parte de un atrevido soldado, María Manuela de Angulo se vio obligada a solicitar la debida sanción; para ese fin pidió se certificaran tanto el evento injurioso —en cuanto “público y notorio”— como su calidad personal y la de su familia. Las certificaciones tendrían como función ratificar el honor de la payanesa manchado por el acto insolente. Para aquello fue necesaria la relación de las distintas contribuciones que Angulo había hecho a la causa del rey. Según manifestaba ella, los múltiples auxilios ofrecidos eran producto de un deber impuesto por la religión y el vasallaje. En ese sentido, hacer memoria y prueba de estos actos permitirían dimensionar la gravedad del “atentado” en su contra, el cual, a propósito, describía de la siguiente manera: “avocandose dicho Oficial a la Calle de mi Casa... arrojó por una de sus bentanas una porcion de Cortes de Calzones de la Tropa rompiendo con su ímpulso las Bidrieras; con cuyas astillas se escapo de ser lastimada una Niña tierna mi Nieta...”.
“...Si he mantenido por largo tiempo los Oficiales que se me han puesto dandoles la mas desente asistencia sin interés alguno. Si hè franqueado Camas para el Hospital Militar aperadas de todo lo necesario, y si tanto los Comandantes de dichas Tropas, como muchos de sus oficiales han continuado mi Casa y experimentado en ella una franquesa generosa, y las atenciones que se merecen...”
Por otra parte, si antes ya descubríamos el elemento colectivo del acto de contribuir, con María Manuela encontramos que también fue defendido como una obra familiar. De ahí que, en su certificación, no solo hacía referencia Manuela a sus servicios, sino que dedicaba igual atención a los de su esposo. De esta forma, la defensa de su nombre ante la ofensa, se convierte en la defensa de su “Casa”, particularmente, por medio de la mención del padecimiento y servicios de su esposo. Esto último seguramente es lo que lleva a María Manuela a presentar, a su vez, la afrenta como una afrenta en contra de los vasallos y su casa, por contraposición a una afrenta en contra suya.

En Yolombó (1808), Bárbara Caballero también impulsó la realización de una certificación, con la cual pretendía dar a conocer sus servicios al rey. De manera especial subrayó ella su iniciativa por celebrar la jura de Fernando VII. Al igual que la certificación de María Manuela, la de Bárbara termina siendo una certificación de los servicios de sus familiares.
Bogotá, AGN, Sección: Colonia, Fondo: Historia Civil, Legajo 19, documento 18.
Una carta firmada por 50 mujeres de la provincia del Socorro en 1820, dirigida al señor gobernador y comandante general, permite señalar matices adicionales del acto de contribuir. La extensión de este documento no debe identificarse con insignificancia, pues la cantidad de mujeres firmantes y la rotundidad del lenguaje con que ellas expusieron la que llamaron su “ofrenda a la libertad” sin duda convence de todo lo contrario. Lo que primero salta a la vista en esta carta es la presentación de sus remitentes como “liberales”, con lo cual acentúan su disposición y comprometimiento para con la causa del nuevo gobierno. La carta se distingue de las demás de este apartado en tanto que el énfasis no se halla tanto en las razones de la contribución, sino más enérgicamente en aquello a que esta iba dirigida. Así, en las pocas líneas que la componen logran las mujeres del Socorro presentar un donativo al “Gobierno” y a sus “Conciudadanos” en forma de ofrenda a la libertad, que consideran sinónimo de bienestar de la patria.
“...tenemos el honor de ofrecer a Vuestra Señoría que mantendrémos cien hombres a nuestra costa con el objeto de que se instruyan y disciplinen en la táctica Militar, y en cualesquiera acontecimiento sirvan en defensa de la Nación. Al efecto y para vestir los indicados cien hombres, tenga vuestra señoría aceptar los cien vestuarios que acompañamos.”
El sentido de su contribución no se agota aún en la definición clara de su destinatario, la contribución misma resulta llamativa. Pues no ofrecieron las mujeres únicamente una ofrenda material —cien vestuarios—, sino que además prometieron costear el sustento de cien hombres. Y no cualquier hombre, de la formulación de su ofrecimiento, podemos deducir que se trataba de hombres jóvenes, que aún necesitasen instruirse en la táctica militar. Lo anterior resulta particularmente significativo, pues estaban las mujeres con esto creándose para sí un rol específico en la defensa de la nación. Ellas se estaban responsabilizando de la acción de cien futuros defensores de la Patria. Es por lo anterior que, según se puede leer, ellas consideraban que el “fiero Español” tendría entonces que “combatir hasta con el sexo delicado”.

En la Gaceta de Caracas del 5 de noviembre de 1811 fue publicada una representación firmada por 21 mujeres, en la que pedían se les tuviera en cuenta para la defensa de Barinas. La mención al “sexo delicado” hecha por las liberales del Socorro coincide con las palabras de las barinesas, quienes invitaban a pensar en el “sexo femenino” como perfectamente capaz de afrontar “los horrores de la guerra”.
Brizeño, Nicolasa et. al. 1811. "Representación que hace el Bello Sexo al Gobierno de Barinas". Gaceta de Caracas (57): 3-4.
Cerramos esta sección con un documento especial por cuanto nos permite conocer también las circunstancias inhóspitas por las que pasaban las mujeres, las cuales no resultaron impedimento para apoyar la que consideraban una causa justa. Nos referimos a la causa por la libertad. En esto, evidentemente, los sentimientos de este escrito coinciden con los del anterior de las liberales de Socorro. Bárbara dedica algunos apartes de su carta del 13 de marzo de 1820, a recordar su doloroso padecimiento y persecución, que dice haber sufrido “toda su vida” por parte del gobierno español. Lo importante aquí parece ser menos la contribución, y más el acto de haberla hecho a pesar del contexto y la situación precaria manifestada. Frente a circunstancias ruinosas, Bárbara donaba lo último que tenía de valor.
“...En esta vìrtud remito para dichos bestuarios veinte y cinco pesos que apenas he podido adquirír vendiendo al efecto una alaja que me habia quedado de mi patrimonio despues de mis padecimientos.”

La necesidad de apoyar la causa contra la "tiranía española" en forma de contribuciones fue articulada también por los altos mandos del ejército patriota. En una proclama de 1813, Simón Bolívar subrayaba la necesidad de las contribuciones para evitar que se dilatase la guerra.
Proclama del 11 de agosto de 1813. p. 7. Bolívar, Simón. 1842. Proclamas del Libertador Simón Bolívar. Caracas: Imprenta de “El Venezolano” por M. J. Rivas.




