El General Santander en la Universidad Nacional de Colombia

Llegada de la escultura del general Santander a la U.N.

La primera escultura del General Santander llegó a la Universidad Nacional en el año de 1940, como un homenaje al centenario de su muerte bajo la presidencia de Eduardo Santos. Fue instalada, como se ve en la fotografía de Miguel Antonio Rodriguez, en frente de la Facultad de Derecho.

En 1960, durante la presidencia de Alberto Lleras Camargo, se le hizo un molde a la escultura de Santander por solicitud del entonces embajador de Colombia en Italia, Germán Arciniegas, para ubicarla en la ciudad de Roma. Este molde fue sacado por Ernesto Parra, quién en ese entonces prestaba sus servicios como experto en el área de escultura de la Facultad de Artes.

En 1973 se inauguró la trilogía arquitectónica compuesta por el Auditorio León de Greiff, la Biblioteca Central y la Torre Administrativa y, como se puede apreciar en la fotografía del arquitecto Germán Téllez, todavía se conservaba la estatua del general Santander en el mismo lugar en que había sido instalada en el año de 1940. Por la construcción de la plaza, el pedestal que originalmente había sido diseñado por el arquitecto Hans Rother fue demolido y se construyó otro más acorde con la arquitectura de la Plaza, pero la escultura del general siguió siendo la misma.  

En el año de 1976, más precisamente el 8 de octubre alrededor del medio día, se dieron cita algunos estudiantes en la Plaza Central para conmemorar el día del guerrillero heroico en homenaje a la muerte del Che Guevara sucedida en las selvas de Bolivia el 8 de 0ctubre de 1967, nueve años antes. Después de los discursos propios del momento y llevados por la efervescencia de la lucha revolucionaria liderada por el Che Guevara, quién ya era visto como un ídolo y una leyenda para las juventudes revolucionarias especialmente en Latinoamérica, un grupo de estudiantes enlazaron la escultura del General Santander. La escultura cayó al piso y fue arrastrada con una grúa hasta el puente peatonal de la calle 26, de donde fue colgada por varias horas hasta que el General perdió la cabeza y cayó al pavimento en dos fragmentos. La estatua fue recuperada por la policía como botín de guerra y hoy en día, restaurada, preside la plaza ceremonial de la escuela de Policía General Santander en Bogotá.

Entre 1976 y 1984 el pedestal vacío permaneció en la plaza a merced de los depredadores que poco a poco fueron acabando con él.

Durante la primera rectoría de Marco Palacios se tomó la decisión de demoler lo poco que quedaba del pedestal para construir una jardinera y allí plantar un árbol; más precisamente un roble, como símbolo del saber. Parece que tampoco fue del agrado de un grupo de estudiantes, quienes lo arrancaron un par de veces hasta que finalmente, según cuentan, ganó la batalle el roble.

En el año de 1990, siendo presidente de la república Virgilio Barco y en conmemoración de los ciento cincuenta años del la muerte del general, se mandaron a hacer otras copias de la escultura, realizada por el escultor Luis Pinto Maldonado. Una de ellas fue donada a la Universidad Nacional bajo la rectoría de Ricardo Mosquera Mesa. Esta vez fue instalada en el hall de la biblioteca Central “Francisco de Paula Santander”, pero el pobre General solo fue alojado allí por unos pocos meses. Corrió con la misma suerte que la escultura de la Plaza. Un grupo de estudiantes la sacó de allí y fue a parar a las inmediaciones del patio de servicios generales en donde ya estaba lista para ser vendida como chatarra. Sin embargo fue rescatada de allí y, paradójicamente, llevada a vivir su exilio en el patio de las residencias Santander, en donde permaneció hasta el año de 2006. Este edificio fue remodelado para dar cabida a la ampliación de los espacios físicos de la Facultad de Artes que hoy es conocido como Diseño Gráfico. Allí permaneció el General viviendo su exilio entre escultores, pintores, grabadores y diseñadores. Nunca estuvo solo. En los días de clase departía con los estudiantes, los profesores y en los finales de semestre también había un asado y una cerveza para el General. En las vacaciones permaneció durante mucho tiempo en compañía de una bella y voluptuosa dama cuyo dueño, un estudiante de escultura, la dejó en su compañía y nunca más volvió por ella.

En el año 2003 fue instalada una pancarta en la pared superior del auditorio León de Greiff, con la fotografía de la plaza tomada en 1973 por el arquitecto Germán Téllez, como parte de una investigación. La presencia de la pancarta hizo pensar a los habituales transeúntes y visitantes de la Plaza que las directivas tenían la intención de bautizarla de nuevo con el nombre del General, y la pancarta fue entonces blanco de agresiones por parte de un grupo de estudiantes.

Después de salvarse de ser vendido como chatarra y de salvarse de las inclemencias del tiempo en el patio de su exilio, fue una de las figuras invitadas en la exposición 147 Maestros, realizada en el Museo de Arte de la Universidad Nacional en el año 2006 para conmemorar los 120 años de la fundación de la escuela de Bellas Artes, hoy escuela de Artes Plásticas.

En el año de 2008 lo encontramos invitado al Museo de Arquitectura Leopoldo Rother en una exposición en homenaje a la obra de su creador, el escultor Luis Pinto Maldonado.

En este mismo año, ya siendo huésped del Museo de Arte de la Universidad, el General salió de paseo por la plaza que en algún momento llevó su nombre. Intentó ubicarse en el lugar en donde permaneció durante 36 años aproximadamente. Lo vimos buscando su lugar. Está un poco adelante. No encuentra el frondoso roble que plantaron en su lugar porque lo derribó un rayo en una tormenta bogotana el año anterior. Parece que estuviera condenado a no permanecer en nuestra memoria. En la jardinera en donde se tejió toda esta historia, hoy crece libre y espontáneamente un arbusto de alcaparro con flores amarillas. ¿Será el símbolo de la esperanza que nos conduzca a no dejar morir este fragmento de la historia de la Universidad?.

El general Santander, la segunda escultura, fue trasladada en el año de 2009 al Claustro de San Agustín.

El general Santander, la segunda copia, volvió a ser visible. Por ahora ha salido del campus de la Ciudad Universitaria donde permaneció desde 1990, para asistir como pieza invitada al claustro de San Agustín.

Seguramente para muchos de los asiduos visitantes del Claustro y para las nuevas generaciones de habitantes de la Universidad, este objeto y este fragmento de la historia son totalmente desconocidos. Santander, el símbolo, reapareció. Para unos es espectro del pasado; para otros ni siquiera existe.

Actualmente, el lugar en donde solíamos encontrar el pedestal con la estatua del General, posteriormente convertida en jardinera que albergó durante años el frondoso árbol de roble, crece inadvertido el árbol de alcaparro y es frecuente encontrar un grupo de estudiantes preocupados por la olla comunitaria, sin siquiera sospechar que a sus espaldas está esa jardinera colmada de historia.

Pero ¿puede olvidarse una historia que ni siquiera ha sido completamente clara, y que, en todo caso, no ha sido escrita?. ¡Es la ausencia, es el olvido!. Abramos paso al recuerdo, demos lugar a la memoria para continuar escribiendo nuestra historia. 

Créditos

MARÍA ESTHER GALVIS